Es muy interesante la lectura del libro "A la escucha del cuerpo. Puentes entre la salud y las palabras", de Ivonne Bordelois (Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2009). La autora, doctorada en Lingüística en MIT (Instituto Massachussets de Tecnología, Boston, USA) y ex-docente de la Universidad de Utrecht (Holanda) aborda le lenguaje médico desde la filología, a la búsqueda de los orígenes de las palabras (y de los orígenes de sus significados). Este recorrido histórico depara muchas sorpresas: la Medicina está permeada de preconceptos, sesgos, posicionamientos francamente discriminatorios en su origen, y sigue la lista de defectos.
Si reconocemos que la Medicina es una actividad humana, inserta en un entorno social y cultural, estos "descubrimientos" no deberían sorprendernos. Pero si reflexionamos y reconocemos que algunas expresiones cotidianas en la jerga médica están impregnadas de discriminación y prejuicio, sería hora de "reflexionar sobre la práctica".
El mensaje de la autora es claro: el lenguaje médico está incluido en un "sistema que traba la comunicación plena". Y esa es la crítica más liviana. El segundo mensaje es que la palabra (y en especial, la palabra médica) tiene poder - tanto terapéutico como adverso. Por lo tanto, es una intervención médica que debe ser examinada. No es un elemento más de nuestro diario vivir; es un carril de vinculación, comunicación y encuentro (o desencuentro). Es placebo (de su raíz latina, complaceré) pero es también nocebo ("dañaré", en latín; o sea, la producción de un desenlace o efecto adverso).
Si sólo rescatáramos que nuestro lenguaje tiene profundas consecuencias sobre la subjetividad (psique, espíritu, funcionalidad) y sobre la corporeidad de nuestros pacientes (desencuentros, falta de adherencia a la terapia, depresión, angustia, complicaciones "tangibles" y pérdida de confianza y de esperanzas, entre otras), el libro ya habría cumplido largamente su objetivo.
Por otra parte, pongamos límites: justo es decir que no puede un examen lingüístico, analítico o histórico determinar que la práctica médica debe ser desechada "porque se comunica mal y con sesgos". La Medicina incluye el lenguaje verbal y el no-verbal (que el libro ni siquiera apunta a señalar), más la reflexión profesional experta, la síntesis sobre un conjunto de síntomas y signos y resultados de estudios complementarios, la agudeza diagnóstica, la prudencia y sabiduría terapéuticas, y los elevados artes: de escuchar, acompañar, consolar, alentar y orientar - entre otros. En algunos pasajes hay un tufillo de "yo les voy a decir, Doctores, cómo tienen que trabajar". Son ésos los (pocos) puntos bien débiles del libro. Porque a decir verdad, prefiero una admonición de Dr House, quien (en la ficción), es médico. Y se hace cargo (en la ficción).
Pero en general, es un libro excelente y muy recomendable. Aquellos/as que hayan frecuentado las humanidades y el latín (o el griego) en sus años formativos, probablemente se verán tentados a leer rápido y oblicuamente algunas parrafadas, que les resultarán obvias. De todos modos, un libro entrañable, escrito con amor, y desde una óptica que busca iluminar.
Cordiales saludos,
Pedro Politi
Si reconocemos que la Medicina es una actividad humana, inserta en un entorno social y cultural, estos "descubrimientos" no deberían sorprendernos. Pero si reflexionamos y reconocemos que algunas expresiones cotidianas en la jerga médica están impregnadas de discriminación y prejuicio, sería hora de "reflexionar sobre la práctica".
El mensaje de la autora es claro: el lenguaje médico está incluido en un "sistema que traba la comunicación plena". Y esa es la crítica más liviana. El segundo mensaje es que la palabra (y en especial, la palabra médica) tiene poder - tanto terapéutico como adverso. Por lo tanto, es una intervención médica que debe ser examinada. No es un elemento más de nuestro diario vivir; es un carril de vinculación, comunicación y encuentro (o desencuentro). Es placebo (de su raíz latina, complaceré) pero es también nocebo ("dañaré", en latín; o sea, la producción de un desenlace o efecto adverso).
Si sólo rescatáramos que nuestro lenguaje tiene profundas consecuencias sobre la subjetividad (psique, espíritu, funcionalidad) y sobre la corporeidad de nuestros pacientes (desencuentros, falta de adherencia a la terapia, depresión, angustia, complicaciones "tangibles" y pérdida de confianza y de esperanzas, entre otras), el libro ya habría cumplido largamente su objetivo.
Por otra parte, pongamos límites: justo es decir que no puede un examen lingüístico, analítico o histórico determinar que la práctica médica debe ser desechada "porque se comunica mal y con sesgos". La Medicina incluye el lenguaje verbal y el no-verbal (que el libro ni siquiera apunta a señalar), más la reflexión profesional experta, la síntesis sobre un conjunto de síntomas y signos y resultados de estudios complementarios, la agudeza diagnóstica, la prudencia y sabiduría terapéuticas, y los elevados artes: de escuchar, acompañar, consolar, alentar y orientar - entre otros. En algunos pasajes hay un tufillo de "yo les voy a decir, Doctores, cómo tienen que trabajar". Son ésos los (pocos) puntos bien débiles del libro. Porque a decir verdad, prefiero una admonición de Dr House, quien (en la ficción), es médico. Y se hace cargo (en la ficción).
Pero en general, es un libro excelente y muy recomendable. Aquellos/as que hayan frecuentado las humanidades y el latín (o el griego) en sus años formativos, probablemente se verán tentados a leer rápido y oblicuamente algunas parrafadas, que les resultarán obvias. De todos modos, un libro entrañable, escrito con amor, y desde una óptica que busca iluminar.
Cordiales saludos,
Pedro Politi
Gran comentario, muy interesante, lo guardo para una relectura, cordiales saludos
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